El Gran Imaginador o la fabulosa historia del viajero de los cien nombres



Estas manos no son mías. Sé que mi mente quiere decir algo, que no desea ni le apetece permanecer callada ante esta obra magistral. Pero tras el torrente de imaginación que destila la novela, y los cientos de historias que la componen, y las historias dentro de esas historias, y los detalles, y la perfecta prosa, me es imposible componer un texto que esté a la altura. Por tanto, y tal y como afirmaba Phanerotis respecto a su propia pierna, estas manos que escriben no pueden ser las mías. 

El gran imaginador, o el viajero de los cien nombres. Nikolaos Popoulos. Un protagonista como nunca antes visto. Un hombre capaz de pensar galaxias enteras, y dar cobijo a miles de personajes en una sola sala, que inventa lenguajes, y poemas, que embauca con sus historias. Un hombre que sufre, que ama, que navega. Pero, sobre todo, que sueña. Un gran hombre que, en definitiva, sólo puede haber nacido de la mente de otro gran hombre.

Me quitaría gustosamente el sombrero ante Juan Jacinto Muñoz Rengel, y le abofetearía con él en la cara hasta que me revelase su secreto. "¿De dónde sacas estas ideas? ¡Dímelooo!". Después le pediría perdón y le invitaría a un café bien cargado, mientras charlamos más civilizadamente. 

"Sublime", le diría. "Esta novela es sublime. Nunca antes había llegado hasta mis manos un libro tan completo, tan especulativo, y tan caótico, a su perfecta manera. Con unos personajes tan vivos. He sentido en mi propia piel los miedos de Mixalis, la avaricia de Slobodan, la impotencia de Popoulos, e incluso el odio de su madre. Me he maravillado con tus palabras, tan exquisitamente escogidas, que han dado rienda suelta a nuevos mundos y ciudades."

Una novela que te la desayunas por la mañana, y sin problema repites para la merienda, y para la cena. Imaginación para la imaginación. Una bestia en sí misma, con pensamiento propio, y con respuestas a preguntas que jamás pensaste que te plantearías.

¿Que quién podría desear, Nikolaos, adentrarse en el disparate que encierras dentro? ¿Y acompañarte por el resto de sus días en ese delirio continuo? Pues esta lectora de aquí estaría más que dispuesta a correr mil aventuras en aquel tercer salón de tu interior. Si soy bien recibida.

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