Pensamientos que viajan a Nunca Jamás


Hace poco me sorprendí a mí misma releyendo el clásico de la literatura infantil Peter Pan. Releer no es algo que entre en mis planes muy a menudo, por lo que el presuntuoso de Peter bien podría empezar a sentirse halagado.


Esta historia puede ser la más tierna, dulce y cariñosa jamás contada. Pero, a su vez, puede ser la más sangrienta y despiadada de todas. Es increíble ver cómo el villano no es tan villano, y el más villano, escondido en las sombras, acaba por ser el héroe.

Mi mente, ya para nada inocente, no alcanza a entender que alguien tan mezquino siga siendo a nuestros ojos un niño adorable y travieso, sin más maldad que la de divertirse un poco a costa de quienes le rodean.

Una vez más se ha sobrecogido mi corazón ante la crudeza de esta narración. Un libro infantil en el que las palabras "cadáver" o "lucha" sean el pan de cada día... algo ha de tener para que perdure cada primavera y resulte tan irresistible.

Y ese algo es Peter, ni más ni menos. Pero no sólo Peter. Es todo el halo sombrío que lo acompaña. Son todas esas veces que lo describen como extraño, y le plantan una sonrisa pícara en la cara. Son todas esas veces que llora, y al rato olvida por qué lloraba. Son todos esos caprichos que se le consienten. Son los indios, los niños perdidos y las sirenas. Los piratas, Campanilla y las bestias. Todos movidos por sus propios asuntos. Es la voz del narrador. Directo y frío, sensible a ratos, y con un sentido del humor más lóbrego que el de nuestro protagonista. En esta historia ni las estrellas son compasivas.

Se trata de un mundo al que no quiero dejar de regresar. Un mundo que, como todo niño, conocí ya de pequeña, y ahora no puedo dejarlo ir. Con cada visita siento que descubro cosas nuevas: rincones que se ocultaron a mis ojos la primera vez que pasé por allí, miradas cómplices a las que no estuve atenta, o algún que otro oscuro deseo formándose muy al fondo de un alma inocente.

De tal manera me ha cautivado que no he podido evitar plantarle tres enormes dedales en la cubierta.
 


Comentarios